martes, 28 de septiembre de 2010

Razonar...¿para qué?

Eso que invade todo el cuerpo, el alma, el cerebro, las manos que nos arropa de esa forma que dejamos de ser lo que fuimos. Sentir esa invasion es como parte del ser; nunca sabemos cómo ni por cuál razón estamos, somos, existimos.
Tal vez sea el dolor primigenio el cual tapamos con ilusiones, con alegrías, con cantos acultos pero que los demás escuchan.
Cuando no esta el tintineo de la vida alejándonos de la realidad. No existe una razón sustentable para cambiar de un instante a otro, es tan liviano el viaje de una ilusión a una desolación. Creemos que todo es posible y lo logramos y, cuando esto es ya un hecho es cuando nos quedamos vacíos, ese vacío que creíamos llenar con falsas espéctativas sin querer mirar cuán falsas son.
La soledad es solo lo que queda de tantas fugasidades. Creemos que nos van a dar lo que no es posible dar.
No impongo mi visión para la vida de los que no saben mirar de la forma en que yo miro; esta es superior tanto en el blanco como en el nogro. Estamos tan ciegos cuando solo vemos lo que queremos ver aunque este con más luz que los ventanales de las grandes tiendas.
Creemos que hay, cuando solo hay escasez. La desilución es el resultado de esperar demasiado, en el momento en que creemos que estamos a punto de lograr lo que sabemos que no es alcanzable; la tirana vida nos llena para reírse de nuestros altísimos viajes Solo es que no queríamos verlos para llenar lo que ya estaba seco, aunque nos engañábamos con creencias suficientemente copadas de nuestra propias cobardías.